PUTO - Una ficción - Teatro

PUTO
TEATRO PAYRO
San Martín 766
SABADOS 23.00 hs.
Reservas al 4312-5922 (de jueves a sabado desde las 17.00 hs.)

"En la sexualidad no se sabe con que pie bailar"

Jacques Lacan

"No queremos que nos persigan ni que nos discriminen, ni que nos maten ni que nos curen, ni que nos analicen ni que nos expliquen, ni que nos toleren ni que nos comprendan... lo que queremos es que nos deseen"
Nestor Perlongher

Con
Mariano Caligaris
Rafael Lavin
Nicolás Mateo
Enzo Ordeig
Walter Rosenzwit

Dirección: Alejandro Mateo

Asistencia de dirección: Mercedes Ambrogi
Producción general: NEGRO JUDIO PUTO
Coordinación de producción: Eugenia de Combi
Diseño de luces: Cristina Lahet
Compaginación musical y versiones: Fernando Aldao
Escenografia y vestuario: Alejandro Mateo
Realización de escenografía: Karlo Sosa y Jorge Méndez
Realización de vestuario: Susana Sánchez
Asesoramiento en tango: Manuela mateo
Fotografía: Belén Pais
Producción fotográfica; Alfiler de gancho (Soledad Galarce y Melania Lenoir)
Filete: Lucero Maturano
Diseño gráfico, web y videos: Sofía Galarce


jueves, 31 de julio de 2008


PUESTA EN CLARO

De Griselda Gambaro

Acerca de una propuesta sobre el texto de la autora y sobre un montaje posible.

Por primera vez tengo la posibilidad de plantearme la dirección de un texto de esta autora inmensa que siempre me conmovió al leerla o al ver su palabra puesta en pie en algún escenario.

La primera lectura de la obra estuvo marcada por un profundo respeto, que convengamos Gambaro se merece, a cada acotación, cada palabra, cada sonido, cada tiempo y efecto que me provocaba, la respiración que la autora imprimió.

Luego fui sumando mi mirada, otra y releyendo las posibles imágenes que iban apareciendo desde mi subjetividad como lector intencionado, ya que me proponía su montaje escénico.

Encontrar una hipótesis propia.

La obra creo, juega con elementos del absurdo y de un grotesco diría rioplatense. La situación planteada de por si y muchos giros y maneras de decir de los personajes me sugieren eso.

Me interesa capturar y trabajar esto desde la imagen y desde el recuerdo de ese estilo de actuación propio de nuestros grandes actores del 40 y el 50.

Trabajarlo tanto en la verbalidad como en los cuerpos y en los movimientos que planteo al grupo de actores. Pensamos en un abanico que va desde Mecha Ortiz hasta Dringue Farías.

Jugamos a eso para que la parodia se vuelva orgánica en nosotros y de alguna manera no deje de serlo.

Otra idea que se suma es la de la violencia latente o explicita por momentos, con la que los personajes se tratan. Nada es sutil y si algo lo es debería quedar como algo ficticio o como algo difícil de sostener porque son seres en un estado primario, salvaje diría. Estimulo y reacción. No hay matices.

Ningún tamiz filtra o vela lo que sienten. Actúan desde la barbarie podríamos decir o de lo que por esta entendemos. Siete animales encerrados en una jaula con arquitectura de hospital.

En ese espacio, planteado apenas por mínimos elementos, hacen y deshacen una historia o la actuación de una ficción donde ser y jugar a ser se confunden.

Desde esa perspectiva abandono la idea de un espacio a la italiana y me acerco a uno con las características del teatro a la isabelina donde el publico quede aun mas involucrado.

Encuentro alguna arista de la obra que me remite a tragedia shakesperiana.

Realidad y simulación. Dejar abierta esa pregunta o intentar no quedarse solo en esa opción binaria. Teatro dentro del teatro.

El escenario como una sala de operaciones donde cada uno trata de subsistir y donde el poder circula en un territorio donde victima y victimario pueden llegar a ser uno solo.

Clara es una mujer que busca alguna forma de redención, acosada por esos otros que apenas pueden ofrecer un futuro incierto o uno que no existe ni siquiera para ellos.

Los roles se transponen o se imponen en esa “familia” que Gambaro propone donde nos refleja a todos domesticados ante el horror o sometidos ante él.

"Puesta en claro", en este momento es un espacio latente, permeable, un territorio de busqueda.

domingo, 27 de julio de 2008





Cuerpos en escena.
El vestuario como signo del personaje

“Cualquier trapo o bastón puede transformarse en un símbolo o un fetiche. Para “Perdición” hice usar a Bárbara Stanwych una llamativa cadena en el tobillo que captara la atención de Fred Mc Murray. Cuando ella bajara la escalera, la vista de él no se apartaría de su pie”

Billy Wilder

Venimos desde hace tiempo oyendo eso de que “la imagen no lo es todo”, o “la pinta es lo de menos”, y algo de cierto hay en estas afirmaciones, pero convengamos que la imagen y la pinta bastante nos dicen.

Desde el escenario o desde la pantalla de cine, el vestuario se transforma en un signo que construye al personaje. Habla de él.

Termina de darle cuerpo en relación a ese entorno general que lo contiene (situación dramática, escenografía, luz, fotografia, sonido, música, coreografía, etc.)

Su función es la de dar información de algo, (época, status social, carácter, actividad, edad, etc.)

¿Podremos olvidar el straples de raso rojo, los guantes negros hasta el codo de Rita Hayworth en “Gilda”; o en “La comezón del séptimo año” aquel solero blanco que llevaba Marilyn Monroe, levantándose por el aire de la rejilla de ventilación de esa calle de estudio?

¿Acaso no sigue presente la perturbadora imagen de Marlene Dietrich en “Marruecos” enfundada en ese lustroso y masculino frac?

Como estos, podría citar otros tantos ejemplos, donde el vestuario de los personajes se trasformó en icono, fetiche o marca registrada. Donde esos personajes no podrían ser reconocidos con otro “habito”.

¿El “Carlitos” de Charles Chaplin sin su traje raído, su bombin y su bastón o Judy Garland sin ese delantalito sureño a cuadrille y aquellos zapatitos rojos de rubí en “El Mago de Oz”?

¿No seria extraña una Sally Bowles sin ese corte de pelo y sin sus uñas pintadas de verde como las que llevo Liza Minelli en “Cabaret”?

Si bien los ejemplos que doy son esencialmente cinematográficos y corren por mi cuenta (cada uno tendrá los propios), en otras disciplinas del espectáculo (teatro, danza, etc.) sucede o debería suceder lo mismo.

El vestuario es una marca que esta allí dando registro.

En 1987 el Fondo Nacional de las Artes me otorgaba una beca en la disciplina de Diseño de Vestuario.

Me interesaba investigar y experimentar entonces sobre la etapa previa al traje, a ese producto final que luego estaría en un escenario sobre el cuerpo de un actor.

Apuntando a esto realice dos talleres de investigación creativa. Uno con el Emilio Renart (artista plástico) y otro con Susana Torres Molina (autora y directora teatral). Ninguno estaba dirigido específicamente al trabajo en la disciplina por la cual había ganado la beca, sino a la investigación y la experimentación de los procesos creativos.

Sabiendo que los rumbos hacia la creación son imprevisibles e infinitos, la experiencia me permitió preguntarme cosas respecto a cuestiones en el hacer dentro de lo que hoy es mi profesión.

A veces el disparador era una pintura, un color, una música, un material, un ejercicio corporal, diversos eran los caminos que determinarían y terminarían “conduciéndome a Roma”, al diseño de un figurín de vestuario.

Recuerdo que a partir de la imagen de pájaros enjaulados que me devolvía en ese momento la lectura de “La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca, termine dibujando una serie de armazones-. jaulas metálicas que como enaguas encorsetaban a los personajes y se escondían debajo de las faldas de las actrices.

Casi treinta años después de haber realizado mí primer trabajo como vestuarista, sigo echando mano a cualquier elemento que se me hace presente para despuntar un posterior proceso creativo. Esa “punta del ovillo” que abrirá el camino para ponerme a bocetar y dibujar puede aparecerse de múltiples maneras y formas.

Un figurín de vestuario no puede ser planteado como una imagen congelada. En ese diseño uno deberá intuir las posibilidades plásticas que tendrá cuando este en movimiento.

Un vestuario es primero una imagen que se aparece, una idea, después un dibujo, luego una prenda confeccionada y en esencia siempre es un cuerpo en movimiento.

Tendrá una línea, una textura, un color determinado pero desde el comienzo estará signado por un cuerpo y un espacio que lo contiene.

Un vestuario es eso, la imagen primaria que se instalará en el público, después vendrá la palabra.

No visto a actores sino a personajes que tienen determinado cuerpo. Tampoco diseño ropa, indumentaria, sino que intento con el vestuario dar forma (sumándome al trabajo del actor y el director de escena) a ese personaje que “vivirá” un momento determinado.

Los cuerpos en escena serán los interiores de esos trajes. El contenido. Interiores de una situación puesta y expuesta. Cuerpos actuando, poniendo en acción. Cuerpos que estarán contando algo al público en ese “recorte de tiempo” y es preciso que aquello que los viste, acompañe y no entorpezca ese relato.

Es mi tarea como diseñador, profundizar y estar atento a las señales que van apareciendo en el proceso general de un montaje, incorporándome a las diferentes voces que intervienen. La del autor, la del director, la de los actores, la del productor.

La del autor a partir de las palabras que pone en boca de esos seres teatrales.

La del director, que es quien los hace mover.

La del actor con su cuerpo que tendrá una respiración y determinada dinámica según la prenda que lo vista.

La del productor (generalmente asociada solo a lo monetario, a las posibilidades de gasto) también incidirá en un estética.

El vestuarista propone una mirada sobre los personajes desde su diseño. Luego, tanto el director como el actor, deberán estar permeables a esa mirada e incorporarla.

Cuenta la anécdota, ya mitológica en el teatro porteño, que a Pedro López Lagar cuando se le pregunto como hacia para interpretar tan maravillosamente su personaje en “Panorama desde el puente” de Arthur Miller, solo atinó a decir: “Me pongo la gorra y salgo”. Humorada o herejía ante los oídos atónitos de tanto critico y actor fundamentalista de las teorías “Stanislavskianas” y el método emocional de construcción del personaje. En aquella época, López Lagar estaba dando a su modo una clave a tener en cuenta.

No se puede salir a escena sin tener la gorra puesta. Quizás después de todo, el “hábito haga al monje”

*nota publicada en el nro. 78 de www.psyche-navegante.com

Las fotos son de Jorge Lopez y pertenecen al espectaculo "Entrambos" de la Compañia Buster Keaton

domingo, 20 de julio de 2008


"LA MUSICA" de Marguerite Duras
Con Patricia Palmer y Osmar Nuñez.
Dirección Dora Milea.

Viernes y sábados a las 21.00hs.
Domingos a las 20.30
TEATRO DEL NUDO
Avenida Corrientes 1551

Algunas palabras de su directora
Creo que podría ser una tragedia pero que no llega a serlo, sino que roza el melodrama. Para mí ese texto es, concretamente, no una historia de amor sino una reflexión sobre el amor, porque la autora no narra, sino que dice, afirma, reflexiona. Lo que Duras hace en verdad es utilizar la historia de una pareja que se separa, de una relación de la que no sabemos si empieza o si termina, para plantear su propio pensamiento sobre el amor, el deseo, sobre la muerte literal y metafórica, es decir, sobre lo que se transforma. Que por otro lado son temas que aparecen en toda su obra. Precisamente, a mí me pasó algo extraño con este material: primero lo presentí y luego lo descubrí en profundidad. Me atrapó la música interior de los personajes, la música que resulta de la mezcla de los silencios y los sonidos, porque me parece que el verdadero texto de esta obra pasa más por los silencios que por las palabras. Creo que si no existieran esos silencios, lo que verbalizan los personajes podría ser algo meramente cotidiano, lo cual no significa que lo que se dice carece de profundidad, pero sí que los silencios cobran una importancia muy grande. De otro modo, la obra dejaría de ser una reflexión sobre el amor para pasar a ser una simple historia de amor. Porque la historia entre los personajes es una anécdota, una excusa que Duras utiliza para pensar en torno al amor.

viernes, 4 de julio de 2008


A nadie se le ocurriría.

Coleccionar lápices

Es una verdadera estupidez.

Supongo. Algo así

como coleccionar palabras

que nunca serán escritas.

Mundo quieto.

Sin embargo se fueron sumando.

Las no palabras y los lápices.

Están ahí, bajo ese vidrio

No dirán nunca nada

palabra alguna.

Cementerio de silencios coleccionados.

No dirán amor, cebolla, mañana,

mientras los deje acallados.

No dirán caballo, espuma, durazno,

ahí

A veces tengo el impulso

Dejarlos hacer. Que intenten palabrarear algo.

Que busquen una forma. Otra.

Sumergirlos en este mundo incierto

de páginas en blanco

con renglones y sacapuntas que acechan.

Pero me daría tanta pena.

Que costaría soportarlo.


Fe de erratas. Aquí debería decir donde dice. Así.

Te quiero. Debería decir: Te amo, o algo que es así.

La duda instala correcciones en este caso.

La certeza del amor es una nota al pie.

Siempre con errores de ortografía.

Algo parecido a eso. Así.

Algo que siempre interroga. Somos. Así

Te beso la espalda. Me marcas las uñas.

Así.