Diario La Nación
Sábado 6 de junio de 2009
Opinión
Breyer, rigor y sensibilidad
Por Ernesto Schoo
A los 90 años, murió el arquitecto y escenógrafo Gastón Breyer. Hombre de pocas palabras y de mucha labor, cultivó tres virtudes infrecuentes: la modestia, la sobriedad y la precisión. Eludió, en consecuencia, el brillo falaz de los reflectores y prefirió concentrarse en su trabajo, al que aportó la sensibilidad artística y el rigor científico. En el medio teatral y en el académico, su ausencia se hará sentir.
Desde muy joven, el teatro atrajo a Breyer, proponiéndole desafíos trascendentes. En su trabajo como escenógrafo asumió la herencia de los grandes pioneros del teatro moderno, de fines del siglo XIX y comienzos del XX, Adolf Appia y Edward Gordon Craig. Siguió sus huellas -despojamiento, síntesis, líneas y volúmenes puros, la luz como elemento fundamental de la ambientación dramática-, pero alcanzó un acento muy personal, que identificaba de inmediato a sus creaciones: frente a sus bocetos y sus maquetas se podía decir, sin equivocarse: "Esto es de Breyer".
* * *
Esa fidelidad a la concepción moderna de la escenografía, no implicó para él vivir atado al ayer. Todo lo contrario: estuvo al tanto, hasta sus últimos días, de las novedades y los avances contemporáneos en el uso de materiales, en luminotécnica, en acústica. Supo unir, de manera magistral (como que era, esencialmente, un gran maestro), la vibración poética de los textos con la armonía, la elegancia y la audacia de la visión plástica. La vasta cultura y la agudeza intelectual lo llevaron a crear el Centro de Heurística ("el arte de inventar", define la Real Academia) de la Universidad de Buenos Aires y la primera cátedra universitaria de esa materia en Latinoamérica. A quien desee ahondar en la problemática del escenario y en la teoría general del espectáculo teatral, le convendrá leer algunos de los textos publicados por Breyer: Análisis escenográfico (1953), Ambito teatral (1968), Propuesta de sígnica del escenario (1998) y el último, La escena presente . Teoría y metodología del diseño escenográfico (2005).
Quien firma esta columna recuerda en particular un trabajo de Breyer en el por entonces incómodo escenario de Los Independientes (hoy Payró), cuando Onofre Lovero puso allí el Galileo de Brecht, hará de esto medio siglo. Cómo pudo el genial escenógrafo crear un espacio adecuado para esta obra compleja, soslayar una columna inoportuna, más tarde abolida, y sugerir, sobre todo, la vastedad del universo al que se asomaba Galileo en una escena inolvidable, fue una hazaña improbable, que Breyer ejecutó con límpida destreza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario